domingo, mayo 30, 2010

Bomb plan

martes, mayo 11, 2010

Panorama literario argentino, hoy

Mesa redonda: Panorama literario argentino, hoy
Lunes 10 de mayo – 16:30 – Sala Domingo F. Sarmiento
Mesa de las provincias
María Rosa Lojo (Novela histórica y microficción) y Cristina Piña (Nuevas poetas). Coordina: Rosa Majián.
36ª Feria Internacional del Libro

Si he elegido hablar de las nuevas poetas, así, en femenino, es porque entre las mujeres nacidas aproximadamente entre 1975 y 1965 se ha dado un fenómeno que hacía bastante no se daba en el panorama poético argentino. En efecto, además de que, como sucede con casi todas las generaciones, ha surgido un conjunto de jóvenes poetas de muy alto nivel, provenientes no sólo de Buenos Aires sino de varias provincias argentinas, las cuales han sido reconocidas tanto en el país como en el exterior a través de premios nacionales e internacionales, han logrado establecer entre sí –sin llegar a constituirse en un grupo homogéneo en razón de sus estéticas divergentes y sus diferentes vinculaciones dentro del ámbito literario- vínculos y relaciones solidarias que las hacen coincidir en torno de editoriales, espacios de encuentro, ciclos de lecturas, antologías y presentaciones. Y lo han hecho a partir de una actitud de apertura y contacto que resulta llamativa y loable, sobre todo cuando recordamos los enfrentamientos por espacios de poder –más o menos cruentos, más o menos políticamente pautados- que caracterizaron a gran parte de los grupos anteriores, tanto los que corresponden a mi generación como aquellos un poco posteriores, como es el caso de los reunidos en torno de Diario de poesía, Fénix y Último reino.
Por otra parte, si este grupo está formado exclusivamente por mujeres, digamos que, en rigor, ello no se debe a que, en una actitud principista, “las chicas” se hayan apartado de entrada de “los muchachos”. Como lo demuestran el gesto editorial y el acontecimiento público que sirvieron como uno de los factores de convergencia de las nuevas poetas, la antología de poetas jóvenes Hotel Quequén –con la que se lanzó la editorial Sigamos Enamoradas y que se presentó en la playa de Quequén, en el marco del encuentro Poetas en la arena- tenía mayor número de poetas varones que de mujeres. Sin embargo, las que siguieron juntas fueron las mujeres que figuraban en dicha antología, las que después publicaron en la editorial y otras poetas con su propia trayectoria anterior, que se les sumaron tanto por la convocatoria del encuentro como por otras actividades compartidas, mientras que “los muchachos” siguieron dedicándose a sus cosas, sus textos y sus proyectos estrictamente personales e individuales.
En cambio, la coincidencia de las poetas talentosas y de estéticas diferentes a las que me quiero referir y que son Cecilia Romana, Mercedes Araujo, Carolina Esses, Marina Serrano, Claudia Masin, Florencia Walfisch, Ana Lafferranderie, Elba Serafíni y Paula Jiménez, parte de una voluntad de hacer cosas juntas que se fue configurando a partir de una serie de coincidencias que se apresuraron a capitalizar.
Quizás todo haya comenzado con la publicación sucesiva de los respectivos primeros libros de poesía de Mercedes Araujo en 2003 y Cecilia Romana en 2004 en la colección Fénix de la editorial cordobesa El Copista, hecho que determinó que se conocieran. O tal vez con la amistad entre Cecilia Romana y Marina Serrano, en un ámbito externo a la poesía pero que las llevó a hablar sobre los libros que les gustaría escribir y editar. O, por qué no, en la coincidencia entre Mercedes Araujo y Carolina Esses en un breve taller de poesía, donde también se pusieron en contacto con Florencia Walfisch y Ana Lafferranderie.
Sea como fuere, de esas convergencias surgieron diversos fenómenos grupales, el primero de los cuales, cronológicamente, fue el libro Duelo firmado por Mercedes Araujo, Carolina Esses y Cecilia Romana en 2005 y publicado en Ediciones en Danza. A él le siguieron las reuniones que comenzaron a hacer cada vez más seguido Cecilia, Mercedes y Marina, en las que hablaban, a partir de su experiencia, de lo difícil que era publicar poesía o conseguir libros excelentes y agotados y que terminaron de motorizar la idea de crear una editorial, precedida por una serie de reuniones de lectura de poesía en casas privadas a las que denominaron Fabulosa lampalagua y por las que pasaron diversos poetas.
Lo interesante del proyecto fue que, al estar planteado desde esa actitud abierta y de convocatoria más allá de grupos y grupúsculos, produjo un fenómeno de convergencia mucho mayor y poéticamente más rico que la mera reunión de un grupo de escritoras amigas, así como permitió que se decantara el núcleo de poetas que hoy me ocupa, en el que terminaron no incluyéndose los “muchachos” por la propia dinámica de imantación y solidaridad que reunió a las chicas.
Porque cuando Cecilia Romana, Marina Serrano y Mercedes Araujo pensaron el primer libro para su editorial Sigamos enamoradas, se decidieron por una antología que reuniera a poetas nacidos entre 1964 y 1979 a la que llamaron Hotel Quequén y que incluyó textos tanto de autores consagrados como poco conocidos Entre estos últimos, deliberadamente seleccionaron a poetas del interior que estaban fuera del circuito de Buenos Aires y desarrollaban una escritura más solitaria, sin pertenencia a ningún grupo. Asimismo, como lo señalé, fueron muy generosas con los muchachos, al punto de incluir a nueve, mientras que sólo entraron seis escritoras, Andi Nachón y Cecilia Milone además de Mercedes, Carolina, Cecilia y Marina.
Similar apertura se dio en la convocatoria al encuentro Poetas en la arena en Quequén –del que hubo una segunda edición en 2008- donde se presentó la antología y se lanzó la editorial, y a la que fueron muchos y muchas poetas que si bien no estaban en la antología, ya se habían acercado a las fundadoras o quisieron acercarse a ellas.
Y así comenzó un proceso cuya dinámica resulta difícil de sintetizar pero que incluye, por un lado, entre 2006 y 2008, la publicación de diversos libros en Sigamos enamoradas, de los que me interesa destacar los dos de Marina Serrano y los de Ana Laferranderie y Elba Serafíni; las presentaciones y lecturas -no sólo de autoras editadas en Sigamos enamoradas sino de otras y otros muchos poetas- en la librería Fedro, cuyo ciclo de lecturas organizan Ana Laferranderie y Florencia Walfisch y, por fin, la coincidencia en la recepción de premios y menciones en concursos organizados en Latinoamérica y Argentina, fenómeno que en rigor comienza antes.
En efecto ya en 2004 Florencia Walfisch recibe en México el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, que en 2006 recae en Cecilia Romana, quien ese mismo año merece otro premio mexicano, el de Poesía Iberoamericana Sor Juana Inés de la Cruz. En otro sentido, tanto Mercedes Araujo como Paula Jiménez se vinculan también con México, ya que en 2007 representaron a la Argentina, la primera en el Festival de Poetas del Mundo Latino y la segunda en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Por tales coincidencias, en 2007 hubo una lectura de las cuatro poetas en la Embajada de México en la Argentina, a las que les sucederían –incorporando a otras escritoras además de las que he nombrado- diversas lecturas bajo el auspicio de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, especialmente en los ciclos de verano.
Por su parte, también en 2007 Marina Serrano recibió una mención por su primer libro, Formación hospitalaria en el II Premio Internacional de Poesía Revista Prometeo para Libros Publicados en Lengua Castellana de Medellín (Colombia) y Florencia Walfisch, a su vez, recibió la primera mención en el VI Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín por su segundo libro –todavía inédito- No puedo sino esto.
Acerca de los premios argentinos, Marina Serrano obtiene una Mención del Fondo Nacional de las Artes en 2006 y Cecilia Romana el 2º Premio del Fondo Nacional de las Artes en 2008.
Llegamos así a 2008, en que surge una nueva editorial, Abeja reina que reúne –de las poetas aquí citadas- a Claudia Masin, Paula Jiménez y Mercedes Araujo –las dos primeras provenientes del taller de Diana Bellessi y que editaron su primer libro en editorial Nusud- y donde publican Paula Jiménez su quinto libro, Ni jota, y Mercedes Araujo su tercero, Viajar sola. La labor de las tres, asimismo, está reconocida por premios, y así tenemos que Claudia Masin –chaqueña y residente en Buenos Aires desde 1990- obtiene el Premio español Casa de América de Poesía Americana en 2002 por el libro la vista y en 2004 una Mención del Fondo Nacional de las Artes por Abrigo, que será su quinto libro publicado. Paula Jiménez, por su parte, obtiene en 2003 una mención del Fondo Nacional de las Artes; en 2006 el Hernández de Plata en poesía y en 2008 el 1º. Premio Fondo Nacional de las Artes, al margen de otros premios de prosa que no menciono aquí. Por fin, Mercedes Araujo, recibe en 2009 el 3º Premio del Fondo Nacional de las Artes.
Para terminar el panorama general de las coincidencias de este conjunto de escritoras y antes de detenerme mínimamente en los rasgos de sus respectivas obras, me parece importante mencionar la colaboración de gran parte de ellas –Florencia Walfisch también en su vertiente de artista plástica- en la revista Ventizca de Guadalupe Wernike y Verónica Schkolnik, poetas ambas también asociadas a la editorial Abeja reina, y la publicación de los últimos libros de tres de las nueve poetas en la editorial Bajo la luna. En efecto, Claudia Masin edita Abrigo en 2007, Paula Jiménez Espacios naturales en 2009 y Carolina Esses Temporada de invierno también en 2009, libro éste que fue finalista en el Concurso de poesía “Olga Orozco” de la Universidad Nacional de San Martín en 2008.
Cuando comencé esta revisión de la trayectoria del conjunto de nueve poetas en el que me he centrado, dije que la convergencia y la solidaridad que las caracterizaba iba más allá de las diferentes estéticas individuales. Y sin duda, no sería posible trazar una estética común a todas ellas, ya que frente a la articulación de niveles muy diferentes de lengua y una experimentación formal y lingüística constante que se percibe en la poesía frontal, potente y recorrida por la ironía de Cecilia Romana, que puede oscilar entre el poema en prosa de corte narrativo y un poema marcadamente ritmado y casi oral, se recorta la progresiva decantación lingüística de Claudia Masin, cuyo tono poético va adquiriendo una creciente intimidad y delicadeza en sus últimos libros, donde la voz no traza como un pincel casi impresionista las imágenes cinematográficas que caracterizaban a su libro premiado en España, la vista, sino que se vuelve sobre el repliegue más secreto de la subjetividad. También marca su especificidad frente a las dos anteriores la poesía de la mendocina Mercedes Araujo en la que se destaca la riqueza de imágenes de notable nitidez y singularidad, un lenguaje cuidado a la par que transgresor, que explora zonas secretas de la sensibilidad, y un inquietante juego de metamorfosis en el que la subjetividad femenina entra en asombrosos devenires animales a fin de conquistar su condición, más allá de las heridas de la experiencia. De igual manera, no es fácil encontrar puntos de contacto entre la pericia para levantar vuelo poético a fuerza de una sintaxis cargada de energía y de un uso a la vez coloquial e insólito del lenguaje, tras insertar las palabras menos líricas y aparentemente más difíciles de incluir en un poema, provenientes de la jerga anatómico-kinesiológica, que le da su textura peculiar y renovadora a la poesía de Marina Serrano y, por un lado, los ritmos quebrados y jadeantes, transgresores de la sintaxis y marcados por una materialidad y una sensualidad en las antípodas de lo intelectual, que unidos a una sucesión de imágenes de enorme riqueza visual y atmósfera onírica rigen los poemas o el largo poema fragmentario que constituye Sopa de ajo y mezcal de Florencia Walfisch o, por el otro, los poemas de Carolina Esses, que se apoyan más en lo no dicho que en lo explícito, en las sugerencias que abren sus imágenes asociadas por un lado, con lo natural, pero que por otro pueden derivar hacia una especie de surrealismo controlado y cotidiano, así como en una tonalidad escueta y conmovida que va enhebrando sus poemas junto con la metáfora del invierno. Similar confrontación se da entre la calma tensa que transmiten los poemas de Elba Serafín, cuya serenidad está como rodeada de peligros más o menos inminentes y cuyo lenguaje se mantiene en un deliberado tono menor que por momentos se inmiscuye en lo onírico, y el lirismo ascético de Ana Lafferranderie, quien parece convocar la voz y la mirada de la niña que fue para darle cuerpo poético a la infancia, recobrada en cada uno de los poemas de El cielo tácito y en el sutil erotismo del conjunto. Y lo mismo ocurre con el lenguaje medido y a la vez de singular fluidez de Paula Jiménez, cuyos poemas extensos y organizados en series demuestran un acabado dominio de la frase poética, que se desarrolla articulando de tal forma descripción y reflexión que se construye una atmósfera a la vez llena de significación y leve, donde se conjugan palabras cotidianas y refinadas, las cuales van construyendo imágenes que permanecen largo tiempo en la mente del lector por su nitidez y felicidad.
Sin embargo, más allá de las diferencias estéticas y de las coincidencias en cuanto a la vocación de hacer las cosas juntas, creo que hay algo que las hermana profundamente: una forma de entender la poesía que, sin caer en gestos extremos, implica asumirla como una vocación irrenunciable, como una forma de identidad que no tiene que ver ni con la fama ni con la circulación mediática sino con la lenta construcción de la propia voz, en ese diálogo incesante de la lectura y la escritura, del descubrimiento de nuevas o antiguas voces que alimentan y afilan la nuestra.
Sí, seguramente esa conciencia aguda del sentido de la poesía así como una similar conciencia de su condición de mujeres sea lo que les ha permitido recortarse como un fenómeno generacional, cuya propia dinámica potencia la producción de cada una, reflejada, apoyada, confrontada, facilitada y sustentada por la de las otras.
Como no es posible por cuestiones de tiempo leer poemas de las nueve escritoras, para cerrar estas palabras he elegido dos muy breves, que en el momento de su lectura me impresionaron de manera especial:
Del libro Abrigo de Claudia Masín escrito a partir de las Cartas y Diarios de Katherine Mansfield:

Descanso de mí como ciertas flores del desierto,
arrancadas del tallo, descansan en la arena:
sin esperar nada, ni la lluvia ni la muerte.

Del libro Viajar sola de Mercedes Araujo:

Viajar sola
La travesía no será aliviada.
Nací entre montañas, persigo la hierba
y ansío el desierto.
El desierto iguala a los peregrinos.

¿Y a las peregrinas?
A las peregrina nos mueve la luz
que se desplaza.


Nada más. CRISTINA PIÑA

sábado, mayo 08, 2010

A la feria...

Lunes 10 de mayo 16 – 18

Feria internacional del Libro – Sala Sarmiento

Mesa redonda Las nuevas escrituras (María Rosa Lojo – Elsa Drucaroff –Cristina Piña)

Cristina Piña- Las nuevas poetas

martes, mayo 04, 2010

Felicitaciones Mercedes Araujo!!


Por tu tercer puesto en el
Concurso de poesía del Fondo Nacional de las Artes!!!!

Subí un adelanto!!