lunes, febrero 28, 2011

Hotel Quequén IV, Submarino - NOTA en el diario EL LITORAL, de Santa Fe

http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/02/28/opinion/OPIN-02.html

Encuentro de escritores en Quequén


Un mar de lecturas


De la Redacción de El Litoral

Durante el fin de semana del 20 y 21 de febrero, se realizó en las playas de Quequén -provincia de Buenos Aires-, el tercer encuentro de lecturas en la arena que organizaron las poetas Marina Serrano y Cecilia Romana, fundadoras de la editorial independiente Sigamos enamoradas. Esta vez, la excusa para juntarse frente al mar fue la salida del cuarto volumen del libro Hotel Quequén, que en esta oportunidad presentó textos de una variada gama literaria, que va de la poesía a la narrativa, pasando por el ensayo filosófico y la crónica histórica.
Los escritores convocados en esta oportunidad -Carlos Bernatek, Susana Cella, Enrique Butti, Mercedes Araujo, Cristina Piña, Diego Bentivegna, Juan Bautista García Bazán, Diego Di Vincenzo, Daniel Freidemberg, Elba Serafini, y las nombradas Serrano y Romana- viajaron a las costas bonaerenses para leer sus trabajos bajo la atenta escucha de los veraneantes y poetas de la zona, que compartieron dos jornadas de emoción y buena literatura que culminaron con un frenético baile en el bar del balneario Monte Pasubio, donde se llevó a cabo el encuentro.
Sigamos enamoradas, el sello que crearon Serrano y Romana en el año 2006, y que ya lleva editados doce volúmenes entre poesía, narrativa y ensayo, apostó nuevamente a su viejo estilo: el de llevar a los autores a la playa y hacerlos leer frente al mar para mudar el fenómeno literario desde la urbanidad a la costa y aprovechar la ocasión para entrelazar vínculos entre los autores, que durante esos días desayunan, almuerzan y cenan juntos, en la interesante conversación que surge de la convivencia cotidiana.
En esta oportunidad, además de las dos lecturas oficiales, el evento playero contó con una invitación a escritores que no formaron parte del volumen Hotel Quequén IV, pero viajaron al mar a compartir sus textos. Ellos fueron, Daniel del Percio, Mariana Docampo, Paula Jiménez y Vanesa Guerra.
En la contratapa del volumen que acaba de publicarse se lee, a propósito del título (Hotel Quequén): “En el sótano (secreto) de este hotel funcionó la primera ruleta del país; por las noches, prestigiosos caballeros del siglo pasado apostaron clandestinamente mientras sus familias, ignorantes, gozaban el sueño pesado de un día de playa. Hoy, lejos de ese tiempo y en el mismo umbral, otras voces (contemporáneas pero igualmente enclaustradas) discuten, reflexionan y urden una trama: filosófica, narrativa, histórica, poética. Trama que llega, sin cortes ni correcciones, a imprimirse en este cuarto volumen de Hotel Quequén, Submarino. Un conjunto de ideas casi desapercibidas cuyo destino resultará, quizá, tan azarosos y arriesgado como el de aquellos pretéritos entretenimientos de sótano: la entrega amorosa a un lector dilecto”.


Las artífices del encuentro expresaron su alegría por los resultados y prometieron informar con antelación los datos del próximo, que seguramente juntará otras voces y otras escrituras, en esa hermosa y extensa playa del sur de Buenos Aires en febrero de 2012.

miércoles, febrero 23, 2011

Hotel Quequén IV, Submarino - videos lecturas

Cristina Piña
http://www.youtube.com/watch?v=j-q0KRdhaZY

Cecilia Romana
http://www.youtube.com/watch?v=za58MDnDNS0

Susana Cella

Daniel Freidemberg
http://www.youtube.com/watch?v=SqviaPmLbSc


Juan Bautista García Bazán
http://www.youtube.com/watch?v=vuI-Lla9AHQ

Carlos Bernatek
http://www.youtube.com/watch?v=0McQBzj8Dk8

Marina Serrano

Vanesa Guerra
http://www.youtube.com/watch?v=PU2wxgYacQI

Mariana Docampo
http://www.youtube.com/watch?v=UgkJzs7WIio

(paciencia, tardan mucho en subir...)

Hotel Quequén IV, Submarino - Fragmento IV - Daniel Freidemberg

RESISTENCIA

Daniel Freidemberg nació en Resistencia, Chaco, en 1945 y vive en Buenos Aires. Algunos de sus libros de poemas son: Blues del que vuelve solo a casa (1973), Lo espeso real (1996), La sonatita que haga fondo al caos (antología personal, 1998) y En la resaca (2007). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (1982), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (con Edgardo Russo, 1994). Es autor de una veintena de antologías de poesía. Dirige la colección de poesía de Editorial Colihue y Bárbara, revista de poesía y ensayo.



AL CAER EL ALBA, ENTRE LA LUZ CENIZA ...


Al caer el alba, entre la luz ceniza,

entre ese modo obtuso que tienen las cosas

de volver en sí,

no es viento lo que sopla, es como un agua opaca

que por detrás de la materia tiembla

como hecha de ecos de una vieja explosión

y, en lo que con la luz se extiende, el alma

intenta, opaca ella también, posarse.

No sé si por la guerra o el amor (ecos

de guerra o amor pesando),

algo retiene el alma tras los ojos.

Los que pasaron hace un minuto gritando

obscenidades, los que dejaron latas de cerveza,

esa mujer que arrastra un perro gordo,

no son ajenos, aunque tampoco la hacen, a la escena.

Miro abstracciones que dejó la resaca:

el mundo, una playa sorprendida por el amanecer.





COMO RESACAS DE LA MAR...

Como resacas de la mar.

Ojos en todas todas las cosas.

Cosas dejadas por el mundo.

Como es dispersa la verdad.



Cosa insistente la verdad,

mira como agua ahí en las cosas

que la resaca nos dejó

cuando se fue a contar otra historia:



necesidades de la historia,

que no acostumbra a preguntar,

y ahí quedaron a su paso

cosas que miran no sé a quién.





De Lo espeso real, Ediciones Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1996.

Hotel Quequén IV, Submarino - Fragmento III



EL MAR DE HERÁCLITO
(fragmento: Hotel Quequén IV- Submarino. Sigamos enamoradas 2011)
http://www.youtube.com/watch?v=vuI-Lla9AHQ


Hay tres fragmentos del filósofo que hablan del mar. Uno dice (61 DK):

«El agua del mar es la más pura y la más contaminada: Para los peces es potable y salvadora, pero para los hombres no es potable, e inclusive es perniciosa.» (Thálassa hýdor katharótaton kaì miarótaton, ichthýsi mèn pótimon kaì sotérion, anthrópois dè ápoton kaì oléthrion).

Lo puro y lo impuro, lo que salva y lo que destruye; el agua o el mar como atributos con sentido religioso, probablemente puedan ser alusiones al dios del vino.



*
Para la Ilíada o la Odisea el mar es lo estéril por antonomasia (Atrýgetos). Al contrario, Dionisos, como el dios de las uvas (Botrys), de los árboles (Endendros), de las flores (Anthios), del crecimiento de las plantas (Auxites) y de los brotes jóvenes (Problastos), representa la vida y sus manifestaciones. Otra cara del dios es la que se relaciona con el mar (Pelagios y Dýalos); él mismo es el marino (Haliéys) y el que se extiende sobre las playas (Akataoîs). Plutarco agrega que los griegos lo consideraban «el señor del vino y de toda la naturaleza liquida» (ou mónon toû oínou Diónyson allà kaì pásas hygrâs phýseos Hélles hegoûntai kýrion…). Es un dios húmedo (Hyés). El podía trasladar su fecundidad al mar: hace crecer de los mástiles de un barco las ramas de una parra como en la copa del pintor Exequias –hace lo mismo en el Himno homérico que lleva su nombre-. Pero también la muerte está en el agua: Su cuerpo que se hunde en el río, después que Perseo lo mata; esa zona se interpretaba como un acceso a las puertas de los infiernos. Y Heráclito decía (15 DK): “... es el mismo Hades (=la muerte) y Dionisos (=la vida), por quien deliran y celebran las Leneas” (…houtòs dè Aídes kaì Diónysos, hóteo maínontai kaì lenaítsousin)



*
Addenda: Atrýgetos, sin cosecha, sin vendimiar; tryx, referido al mosto, también las madres del vino.

Leneas, quizás de lenós, que es lagar y al mismo tiempo ataúd.



*



El mar o Dionisos, como lo más puro (katharótaton). Purificadores (Kathartaí), según Platón, eran los sacerdotes órfico-dionisíacos que prometían la bienaventuranza, la salvación, para los que seguían al dios. Una laminilla de Pelinna remarcaba: “Di a Perséfone que Baco te liberó (eipeîn Persephónai s’ hóti Bákchios autòs élysen)”. Heráclito, tal vez relacionando el lenguaje de los misterios, hablaba de la pureza del agua (13 DK): “Los cerdos se alegran más del barro que del agua clara” (hýes borbóroi hédontai mâllon katharôi hýdati). El mar o Dionisos, como lo más contaminado (miarótaton). Miarós, lo manchado de sangre, y en ese sentido como lo infame y malvado. Consecuentemente o no, Heráclito (5 DK): “Se purifican en vano, ensuciándose con sangre como si habiéndose metido en el barro, con el barro se lavaran...” (kathaírontai d’ álloi haímati miainómenoi hoîon eí ti seis pelòn embàs pelôi aponízoito).



*
Lo acuoso y lo agradable (77 DK): “Para las almas es una forma de deleite volverse húmedas, e inclusive una forma de muerte (psychêsi [phánai] térpsin è thánaton hygrêisi genésthai). El ámbito de Dionisos el húmedo (Hyés), como mortal (oléthrion); el corazón, la sangre, los lugares del placer (terpsin) dionisíaco.

117 DK: «Un hombre, cuando está ebrio, es llevado por un chico, mientras se tambalea sin percibir por dónde va, teniendo el alma húmeda» (anèr hokótan methysthêi, ágetai hupò paidòs anebou sphallómenos, ouk epaíon hóke baínei, hygrèn tèn psychèn). El hombre que vuelve a ser un chico y no sabe adónde pisar -como si estuviera en un barco-. Percibir (epaíon), como la carencia de un alma húmeda (hygrèn tèn psychèn).



*
Addenda II: Las aguas que marean. Corominas: “Saca y resaca, 1492, se aplicaron al flujo y reflujo del mar, cuando éste saca y vuelve a chupar los objetos que están junto a la orilla, de donde resaca ‘retroceso de las olas’”.

“El mar del color del vino” (óinopa ponton).



*
Lo que salva. El adjetivo sotérios aparece solo en el fragmento 61 DK. Sin embargo, en el prefijo del verbo sofroneîn, del fragmento 112 DK, también está: Sôs como lo sano, lo salvado, lo intacto; un pensamiento (froneîn) sano (so-), dicen los traductores. Yo prefiero decir: un corazón sano. Fronéo como derivado de fren, corazón, diafragma, entrañas precordiales. Zolla: El hombre con preocupaciones, decía Ovidio, está como embriagado, tiene las entrañas inmovilizadas (liquifiunt pectora), llenas de agua (lympha). Lymphatus como torpe, temeroso, olvidadizo, inepto. Vaporoso. El fr. 112 DK: “Sentir con el corazón es el valor más grande y la sabiduría, decir y actuar lo que es verdadero percibiendo [estas cosas] de acuerdo con la naturaleza” (sofroneîn aretè megíste kaì sophíe, alethéa légein kaì poieîn katà phýsin epaíontas). La naturaleza se esconde (123 DK) -Dionisos como un señor oculto-. Se percibe (epaiontas), como en el caso del chico que guía al adulto, si se carece de un alma húmeda (hygrèn tèn psychèn); tener un corazón sano (so-froneîn), es lo más grande y es una sabiduría. “El alma seca es la más sabia y la mejor” (augè xerè sophotáte kaì aríste) (118 DK). El señor de la vegetación, del crecimiento de las plantas, que se esconde detrás de los ramajes y de las olas. La luz del día. Lo seco, el fuego, como atributos de otro dios. Más tardía que las laminillas de Pelinna, está la de Olbia del 300 a. C.: Vida-Vida, Apolo-Apolo, Sol-Sol, Orden-Orden, Luz-Luz (Bios-Bios, Apolon-Apolon, Elios-Elios, Kosmos-Kosmos, Phos-Phos). La vida como Apolo y como lo que salva.

Sin embargo, 48 DK: “Vida: es cierto que el nombre del arco es vida, pero su obra es la muerte” (bíos: tôi oûn tóxoi onómato bíos, érgon dè thánatos). Una obra (érgon), la de la arquitectura del dios (Helios y Hefestos), que en la luz del día no da vida. Un mar invisible (Hades como A-ides), que en algún punto da muerte (thánatos). Dionisos y Apolo como hermanos.



*
Addenda III: Mar-Dionisos: thálassa, como una palabra de origen no-griego.

Sol-Apolo: Plotino y Porfirio transmiten algunos fragmentos sobre la temática del resplandor del alma (epháne-augé). Contemporáneamente los Oráculos Caldeos hablaban del fuego, del alma, y del resplandor (augé), reconociendo un origen de estas cuestiones en la sabiduría persa.

Heráclito, transmisor de ideas extranjeras.



BIBLIOGRAFÍA

Burkert, W., De Homero a los Magos. La tradición oriental en la cultura griega, El Acantilado, Barcelona, 2001.
Colli, G., La Sabiduría griega III. Trotta, Madrid, 2010.
Corominas, J., Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 1998.
Daraki, M., «Oinops Pontos. La Mer Dionysiaque», en Revue de L’Histoire des religions, 199/1, Presses Universitaires de France, Paris, 1982.
Zolla, É., Sobre la desdicha y la felicidad: Morfología del espíritu en la historia de la cultura, Monte Ávila editores, Caracas, 1975.


Juan Bautista García Bazán nació en San Isidro, provincia de Buenos Aires, en 1979. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto del Profesorado IES N º 1. Publicó artículos en revistas especializadas, nacionales e internacionales, sobre Filosofía Antigua y Medieval.

Hotel Quequén IV, Submarino FOTOS

Domingo por la tarde (lectura), sin nuestro querido Bentivegna

Los altos: Di Vincenzo, Del Percio, Bernatek
Freidemberg, Docampo, Jiménez, Ana Varia, Jorgelina (semioculta) Vanesa Guerra, Sol Beker (sólo se ve un montículo de cabello rubio)
Piña, Adriana Cid (semioculta), Rosana, Dedé, Marta
Abajo: Cella, Butti, Roma y Romana, Juan Bautista GB

lunes, febrero 21, 2011

Nota en Pág12 - Versos con salida al mar

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-20824-2011-02-19.html

Sábado, 19 de febrero de 2011
Presentación de la antología Hotel Quequén IV. Submarino



Versos con salida al mar

El libro reúne relatos, poemas y ensayos filosóficos sobre el mar y la playa de Susana Cella, Cristina Piña, Diego Di Vicenzo, Diego Bentivegna, Daniel Freidemberg y Mercedes Araujo, entre otros. Se presenta este fin de semana en Quequén.

Por Silvina Friera



Marina Serrano y Cecilia Romana, poetas y creadoras de la editorial Sigamos enamoradas.Una joven camina por una playa de la costa atlántica. Sortea sombrillas, sillitas, vendedores ambulantes, chicos hinchapelotas que lloran sin parar y piden cosas, carpitas colorinches y al bañero musculoso y bronceado, hasta que logra pisar el agüita de la orilla. “Qué sabia es la naturaleza que inventó el mar”, dice esta criatura imaginada por Carlos Bernatek en el primer texto de la antología Hotel Quequén IV. Submarino, publicado por Sigamos enamoradas, que reúne relatos, poemas y ensayos filosóficos sobre el mar y la playa de Susana Cella, Cristina Piña, Diego Di Vicenzo, Diego Bentivegna, Daniel Freidemberg, Mercedes Araujo, Marina Serrano, Enrique Butti, Cecilia Romana, Juan Bautista García Bazán y Elba Serafini. El libro se presentará este fin de semana en el balneario Monte Pasubio (Quequén), el mismo lugar donde se lanzó la editorial hace cinco años. Habrá lecturas y charlas literarias gratuitas –abiertas y al aire libre–, condimentadas, como corresponde, con cerveza bien fría, licuados, gaseosas y mate, ese combustible indispensable para aceitar la adorable liturgia que se celebra al escuchar la voz de los escritores sobre la eterna cadencia del mar.



Golpe a golpe, peleando en un campeonato de taekwondo. Así se conocieron Marina Serrano y Cecilia Romana, poetas y creadoras de Sigamos enamoradas. Hotel Quequén IV es el sueño cumplido de un puñado de amigos. “Un día estábamos con Marina en la plaza Pueyrredón, en la ciudad de Santa Fe, donde vivo, y se nos ocurrió darle continuidad al proyecto Quequén, que empezó en el 2006 con la antología de poetas argentinos –recuerda Romana–. Pero como esta vez las cosas habían cambiado, porque no teníamos mucha plata para hacer un evento enorme y además yo vivo lejos y todo se complica para organizar, decidimos armar un libro que tomara textos de amigos y que cada uno se ocupara de sus propias correcciones, para después juntarnos en la playa y leerlos. Queremos hacer una fiesta de la amistad, celebrándola con lecturas.”



La expedición de poetas, narradores y ensayistas buceará en el agua del mar, “la más pura y la más contaminada”, según Heráclito, como recuerda el delicioso texto de García Bazán. Tal vez entre lo acuoso y agradable de la experiencia playera encuentren algo más de sí mismos. Y regresen con las manos aquilatadas por esos pequeños hallazgos. Romana sugiere que se puede bosquejar un vínculo entre la Pampa, la Patagonia y la playa. “Quequén no es una playa cool, no es popular a la hora de elegir un destino para el verano –advierte–; de hecho, hay que explicar que queda al lado de Necochea para que la gente se ubique, pero esas playas que han sido la salida al mar del campo tienen un condimento muy interesante del resabio de la Conquista del Desierto, y hasta algo solitario de pampa olvidada, justamente por no ser un destino popular ni de moda para las vacaciones. Pero no hay que olvidar que Quequén es uno de los puertos de ultramar más importantes del país”.



Los textos de la antología tejen una trama narrativa, histórica y poética. En “Una foto”, de Diego Di Vicenzo, el narrador recuerda un fin de semana en Villa Gesell con su ex pareja. “El mar se parece a esto que te cuento en vano. Va y viene; las olas suben y bajan, remueven y limpian”, dice. Susana Cella remata su poema “No mar, hoy” con tres versos en los que vibran un dolor ancestral: “Y ahora, mi hoy de agua extraviada de sal/ no es más que superficie torva donde bolsas de plástico/ navegan por oriente al pudridero común”. El comienzo de “La lengua de las islas”, de Cristina Piña, podría cifrar las coordenadas de un fructífero intercambio: “Se introduce en el lenguaje ajeno/ como un cuerpo que se arroja al mar:/ agua sin remanso ni piedad para el ahogado/ que, con gesto de impotencia,/ lucha en la garganta del deseo”.



La tarea de buscar parentescos entre textos tan diferentes como los incluidos en el libro resulta compleja. “Quizás ésa sea la mejor apuesta: la diversidad, como en una playa donde todos se juntan y se bañan en el mismo mar”, subraya Romana. “La reflexión que empuja el libro podría relacionarse con la posibilidad de aunar voluntades diferentes, de personalidades tan disímiles y maneras de escribir tan variadas, por una excusa común que es la de la lectura a orillas del mar. Y siempre con la idea madre de continuar la saga de Hotel Quequén, que empezó con poesía de nuestro país, siguió con relatos y después retomó la poesía, pero latinoamericana”, aclara.



Serrano –poeta, editora y kinesióloga fisiatra– juega de local. Nació en Quequén, en 1973. Antes de rumbear para sus pagos anticipa que organizarán un mínimo de lecturas formales. El resto del tiempo estará disponible para los debates “naturales”. “Las lecturas son bastante poco protocolares, simplemente ponemos los amplificadores apuntando a la playa, especialmente hacia donde se encuentre la mayor cantidad de gente, y los obligamos a escuchar. Muchos salen agradecidos de haber descubierto algo nuevo.” No hay temas pautados ni una hoja de ruta estipulada de antemano. “Estaremos en la playa, leeremos en bermudas, hablaremos de cosas queridas. Y lo que queremos, la mayoría de las veces, es literatura”, agrega Serrano, autora de Formación hospitalaria y La Diástasis de las Tibias Largas, que en la antología arremete con “Mimimoon”, un cuento que escribió en memoria de los marinos muertos en Quequén, el 9 de julio de 2004.



Hace tiempo que la poesía y la prosa se sumergen por las mismas aguas. “El diálogo es cada vez más patente –plantea Romana-. Lo interesante es percibir el centro de un texto, ya sea un relato o un poema, ver que el mar y la playa están dando vida a la palabra, y que no es necesario separar los géneros si la gracia, al final, está en leer ese centro marítimo que –circunstancialmente– aparece bajo la forma de una poesía, de una narración o de un ensayo.”

miércoles, febrero 16, 2011

cuenta regresiva HOTEL QUEQUÉN IV

Datos útiles:

Sábado, 19 hs. En la playa de Quequén, frente al Balneario Monte Pasubio
Presentación del libro -parte 1-
Lecturas: Susana Cella, Diego Bentivegna, Elba Serafini, Juan Bautista García Bazán, Diego Di Vincenzo...

Domingo, 10:30 hs. (En el mismo lugar)
Lecturas: Paula Jiménez, Daniel Del Percio, Mariana Docampo, Vanesa Guerra...

Domingo, 19:00 hs. (En el mismo lugar)
Presentación del libro -parte 2-
Lecturas: Daniel Freidemberg, Cristina Piña, Carlos Bernatek, Enrique Butti, Mercedes Araujo...

Encuentros y charlas clandestinas: en "La chiruza"

Monte Pasubio: http://www.montepasubio.com.ar/
Urgencias: (011) 156 22 22 970

miércoles, febrero 09, 2011

Hotel Quequén IV, Submarino - Fragmento II

BUENOS AIRES


Diego Di Vincenzo nació en la ciudad de Buenos Aires. Desde hace 15 años trabaja en la actividad editorial: ha pasado por Ediciones Santillana, por la tradicional Editorial Estrada (donde fue Editor general) y, actualmente, por Kapelusz editora, en la que se desempeña como Gerente de Contenidos y Marketing en el área de Educación.



UNA FOTO


¿Qué año habrá sido? ¿2002, 2003? Estamos en un alto del camino. ¿Quién sacó la foto? Es un plano medio, o tal vez, un cuarto (dado un cuerpo, se lo divide imaginariamente en cuatro, y la imagen capta uno de los cuatro cuartos).

Estábamos caminando por la playa. Habríamos llegado unos minutos antes. Vino esa foto a darme en los ojos una de esas tardes de mudanza. El lugar de esa foto, como el lugar que dejé por la mudanza, ya no me pertenece. (“Pertenecer” aquí quiere decir: propio por frecuencia. Un lugar me pertenece en la medida en que lo frecuento, en que lo hago propio, de modo que debí marchitar una parte de este pobre cuerpo mío para quitar esos lugares y para quitarte junto con ellos. Marchitar no es más que pudrirse, dejar morir).

Gesell, esa playa de Gesell, la de Prefectura, fue nuestra salida de fin de semana largo.

Cargué tantas veces mi auto con amigos tuyos y míos, hermanos, sobrinos y otros amigos. Manejar en la ruta es aburrido. Me dabas mate, alguna medialuna. Y un prolongado canto. Siempre cantábamos marchas patrias, zambas entrañables y tangos de ocasión. Dos veces fundí el auto yendo a Gesell: no podía bajar de los 140. Una vez, lo fundí apenas salimos, ni bien llegábamos a la rotonda de Pinamar. Conseguimos un remolque que nos costó 200 pesos, y el viaje se hizo largo. ¿Sabés que en otras ocasiones, ir al mar o a Córdoba, por ejemplo (yendo sin vos, digo), quiso decir temblor? De pronto, el cuerpo, las manos empezaron a temblarme, y el temblor no me dejaba agarrar un Rivotril. Ahora retoño un cuerpo nuevo y tiemblo menos.

De tanto en tanto pienso, un poco motivado por el frenesí musical, que “toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado”. Y me enojo. Me enoja el “todo” de “toda mi vida”. O el de “era para mí la vida entera”, que es una manera de decir: “toda la vida”.

En la foto estamos muy parecidos. Los dos con anteojos, los dos más gordos que ahora (yo, más gordo que ahora). De vos no sé casi nada hace más de un año. Hace poco, un amigo me contó que te vio, y yo hubiera preferido que no me contara nada porque esa misma noche te soñé girando de belleza, y en el sueño quería tocarte la espalda como te la tocaba siempre, fascinado por la tersura de una piel tan agradable al tacto. Y vos no me dejabas. Me decías que mejor no, que para qué.

En la foto tengo una camisa de cuadros que es fea. ¿Por qué me ponía esa camisa horrible y no me importaba? ¿Qué es, en verdad, lo que importa cuando el amor se ha instalado en el quehacer cotidiano de uno? ¿Qué comer? ¿Qué película ver? ¿Qué día ir a la casa de? No lo sé. En cualquier caso, la ropa no. Y si supieras el tiempo que me lleva elegir ahora, antes de salir, la ropa con la que voy a hacerlo.

Yo nunca te dije que, cuando estábamos en el agua, a mí me daba un poco de miedo que te fueras tan lejos, que pudieras ahogarte, que no supieras volver. Entonces un poco te retaba, te decía que volvieras. Lo hacíamos para tocarnos debajo del agua, y reírnos de esa obscenidad a tan pocos metros de la gente. A mí siempre me aburrió ir al muelle, igual no decía nada. ¿Qué otra cosa se podía hacer en la costa, más que caminar por la playa, remojar los pies en el mar, comer pescado? Mi rito recurrente, cuando llego al mar, es otro: quitarme los zapatos y sentarme a contemplar el todo del mar (¡otra vez con el todo!). Me quedo quieto unos buenos segundos. A veces rezo un Padrenuestro. Y respirar… respirar ese olor a pescado, a sal, a yodo.

Ahora pienso en esa foto como cuando miro las fotos de mi infancia. Están los nonos, los tíos… todos muertos. Pienso en las fotos, o agarro algunas, cuando están por llegar las Fiestas. El año pasado me quedé en Buenos Aires para el 31. No quise ir a casa de la tía de mi cuñada. Les dije a mi papá y a mi mama: Vayan ustedes. Fue decirlo como quien dice salto al vacío, porque no iba a pasar el 31 solo. Mi papá me dijo que de ninguna manera, que la pasaba con él, que se le había metido la idea de que ese era el último año de su vida. A mí eso me asustó un poco. Al final, la pasamos los tres: con mi mamá y mi papá. Mi viejo me abrazó fuerte cuando dieron las doce, y me dijo al oído: No sabés lo que lloré este año por vos. Y sí, nos asustamos. A mí el susto me duró casi un año. El susto del retoño. Para dar nuevos retoños, debí primero marchitarme y morir.

¿Cuánto dura una vida? ¿Lo que dura el amor? Eso me lo enseñaron de chiquito. No hay mayor amor que dar la vida, cantábamos a los 12, 13 años.

Como vienen a romper las olas contra la escotilla, así se rompió la caja de vidrio en la que te había puesto. Te había guardado en la fragilidad de esa caja, y aunque te puse las franelas y los papeles del embalaje, igualmente se rompió. Fue largo el trabajo de recomposición. Me dediqué día a día a pegar cada uno de esos vidrios (casi astillas) rotos.

El mar se parece a esto que te cuento en vano. Va y viene; las olas suben y bajan, remueven y limpian. No te creas que he vuelto a Gesell. No creo que vuelva. Menos ahora que es verano. Y a nosotros nunca nos gustó viajar en temporada.

lunes, febrero 07, 2011

Nota en Ecos Diarios sobre Hotel Quequén IV- SUBMARINO

En la foto: Encuentro en Quequén, 2008 (Teresa Arijón, Daniel Chirom, Juan Manuel Alegre, Mariana Docampo, Enrique Solinas, Daniel Freidemberg, Susana Cella, Cristina Piña, Paula Jimenez, Elba Serafini, Mercedes Araujo, Claudia Masin, Carlos Aldazabal, Antonio Jorge, Fabian Albelo y más...)

Nota Ecos Diarios, domingo 6 de febrero de 2011:
http://www.ecosdiariosweb.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=7312:lectura-en-la-playa-&catid=15:brisas&Itemid=8

viernes, febrero 04, 2011

fragmentos de HOTEL QUEQUÉN IV- Submarino

HOTEL QUEQUÉN IV

SUBMARINO




Bernatek
Di Vincenzo
Cella
Araujo
Bentivegna
Serrano
Freidemberg
García Bazán
Romana
Serafíni
Piña
Butti




AVELLANEDA


Carlos Bernatek nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en 1955. Es narrador, poeta y ensayista. Lleva publicados dos libros de cuento, uno de poesía y cuatro de novela, de entre los cuales el último ganó el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes.



SELVA EN EL MAR



Eran casi las tres de la tarde y no había comido. Apenas unos mates, pero no tenía hambre. Se descalzó, se puso una pollerita cómoda, una remera, y salió a la vereda. Andar en patas le daba una especie de felicidad, como si desnudar esa parte del cuerpo fuese una libertad desconocida y tan común a todos ahí que la gente ni ve esos detalles. Los pies desnudos son sensuales, se dijo, y el aire con este sabor fuerte y salado, que te limpia por dentro... Trató de que no la viera nadie, cruzó la calle y llegó a la esquina. Giró la cabeza hacia la costa y se quedó un instante como hipnotizada: a una cuadra ya se veía el médano, toda esa arena acumulada por siglos de olas gastando las piedras, y esos yuyitos tan verdes arriba, como pelos, y más atrás la mancha inmensa extendida contra el cielo, un azul verdoso y gris y marrón por momentos, según la iluminara el sol o cortara la luz una nube: eso era el mar. Fue avanzando con precaución cuando vio que el agua se movía de ese modo temible, que semejante brutalidad se agitaba como algo vivo, nervioso, y por momentos bramaba con el viento. El aire se hacía más feroz a medida que se aproximaba. Trepó al médano corriendo porque se quemaba los pies pero quería llegar a lo más alto para verlo todo, todo junto, todo lo que le dieran esos ojos suburbanos, acostumbrados al cemento y a los edificios, a los colectivos y al tren. ¿Por qué nunca fuimos al mar, mami? Vos sabés Selvita que ese clima es espantoso para las articulaciones, que me pone nerviosa... qué se yo. Loca, mi vieja. Y después todo fue trabajar siempre, cada verano, como si el clima no tuviera nada que ver con las obligaciones: aprovechar las vacaciones de otros para conseguir reemplazos, puestos eventuales. El mar, entonces, era algo que mencionaban, que deseaban los otros, un magnetismo que los arrastraba casi por inercia cada enero a la playa. Ella conocía las sierras, alguna laguna cercana, pero nunca el mar, y tenía veinticinco, ¿mucho no? No podía culpar a la madre, después de todo la prefería sana y calma antes que artrósica y loca. Pero alguna vez, una al menos, podría haber tenido la iniciativa de llevarla a conocer el mar, aunque fuese por curiosidad, un fin de semana. En todo caso Selva madre no le había inculcado siquiera ese anhelo por ver el mar, ya que no podía transmitirle el placer. Selvita había visto el mar en el cine y en la tele, pero no lo había olido, no había sentido eso que provocaba en la cara la brisa, en el cuerpo humedecido la bruma, y ese sabor en la boca, el salitre en la lengua, eso que pegoteaba la piel como un sudor salvaje de indios, porque las gentes en la playa, medio desnudas, parecían como primitivas, recién llegadas a un mundo que de tan nuevo, todavía estaba calentito.

En lo más alto del médano, miró a izquierda y derecha, todo lo que pudo abarcar. Ahí está; esto era. Y se emocionó al descubrirlo como imaginó que Colón se debió haber emocionado al ver América, y quiso gritar “¡tierra, tierra!”, como ella misma gritaría ahora: “¡agua, agua!”... Agua de mar, agua salada que debe ocultar miles de bichos en su interior, tiburones, orcas, delfines, cazuelas de mariscos, pingüinos empetrolados o limpios, todo metido ahí adentro, y barcos hundidos llenos de tesoros que nadie podrá rescatar por siempre jamás, ¡qué desperdicio, Diosito! Y gente ahogada porque la naturaleza es inexorable (¡cómo le gustaba esa palabra!) para quien se atreve a desafiarla; siempre gana ella por más nadador o bañero experimentado que sea uno. Y por ahí debe estar hundida la Atlántida, que ella leyó que era un continente maravilloso, con sus ciudades y sus calles y hasta sus autos oxidados, porque a los atlantes se los deben haber comido los tiburones asesinos. Y debe estar el Titanic y el Graf Spee, todo mezclado en la misma agua y pudriéndose. Y debe haber cadenitas y anillos de oro que se le cayeron a alguna mujer rica por la borda en una travesía en transatlántico. Todo debe estar mojado por la misma agua, oxidado, oculto en algún lugar que nadie sabe. Y si acaso el agua se retirara, si el mar se evaporara de pronto, acá bien podría haber una ruta que llevara al África, una ruta sobre un desierto arenoso; y sería una pena que no hubiera mar porque ¿qué habría? Un pozo, un tremendo pozo con una sequía de horror. Lástima que esta agua no se pueda tomar, ni sirva para regar los sembrados, porque si sirviera se acabaría la sed en el mundo, y todo sería verde y fértil. Pero los desiertos, digo yo, para algo deben servir, si no la naturaleza no los habría inventado.

Y vio a la gente, esa otra masa de personas apiñadas en las sombrillas, con sus mallas coloridas, sus anteojos negros, sus gorritos ridículos, y le pareció un poco obsceno eso de los cuerpos vistos así, a plena luz, con todas sus imperfecciones, esa manera de mostrarse sin pudor delante de otra gente desconocida. Bueno, pero todos estaban de ese modo, medio en bolas, y no parecía molestarles lucir las panzas y las piernas gordas, las cicatrices de operaciones, las várices y todas las porquerías que se metían en la misma agua sin revisación médica (¿nadie se contagiará nada, una lepra, una sífilis? Seguramente la sal disuelve todo ¿Y por qué no usarán la sal del mar para curar todas las pudriciones humanas?). Ella cuando iba a la pileta tenía que pasar por el médico (si es que estaba recibido ese pibe jovencito y mirón, con gesto de vivaracho) que le miraba entre los dedos de los pies a ver si tenía hongos, y las axilas le miraba (¿es que alguien tiene hongos en las axilas? Qué incómodo debe ser para ponerse desodorante, cómo debe arder), pero ese con tal de mirar, con la jeta de zorro, con ese hociquito de mirón que ponía, seguramente era un estudiante avivado que espiaba y encima cobraba sueldo. Si hasta había dejado de ir a la pileta los fines de semana calurosos por no pasar la revisación. Con este calor, Selvita, ¿por qué no vas? Me quedo viendo la tele, mami. Si de pensar en tomar el colectivo ya me canso, le decía para conformarla. Pobre mi bebé trabajadora, ¿qué sería de tu madre sin tu sacrificio?

El mar era distinto a todo, era, era...inmenso. Tres cuartas partes del planeta son agua, recordó de alguna documental, así que ella, entre lo mucho que ignoraba, pese a ver documentales, no conocía hasta ese preciso momento lo más grande y lo más abundante del mundo en que vivía, que por ahí había gente en otros mundos y uno no lo sabe, pero al menos conocer el de una. O sea que a los veinticinco ignoraba lo fundamental que constituía el planeta en que había nacido. Que si vinieran unos extraterrestres y la secuestraran, y le pidieran que describa su planeta, ella hasta ahora casi no conocía lo primordial, ¡y llevaba veinticinco años viviendo en él! Ahora sí, ahora ya estaba al tanto.

¿Y por qué mierda la iban a secuestrar justo a ella? Para eso que se lleven a un científico. Estos secuestran a cada uno...



Bajó corriendo el médano hacia la playa (¡cómo quema esta arena, carajo! Me van a salir ampollas en los pies, yo que los cuido tanto con zapatos caros que mis buenos pesos me cuestan, pesos no, más bien horas de trabajo, caramba), y a medida que se acercaba a la arena húmeda sentía ese alivio y ese olor más fuerte a yodo y a pescados invisibles. Sorteó las sombrillas, y las sillitas, y las conservadoras de bebidas, y los termos de mate, y los chicos hincha pelotas que lloran sin parar y piden cosas, y los vendedores ambulantes, y las carpitas de telas colorinche, y los perros que la gente desconsiderada llevaba como si fueran hijos, y al bañero todo musculoso y bronceado que hacía facha en su pequeño mirador con el pito colgando, bueno, el silbato, sorteó todo lo que se le cruzó hasta pisar el agüita de la orilla, ese fresco que le encantó, que iba y venía con las olas, y sintió cómo se le hundían los pies haciendo sopapa en la arena blanda cuando se retiraba el agua, y caminó por la orilla mojándose hasta los talones y llenándose los pulmones con ese aire brumoso (esto debe ser más sano que no sé qué, tan natural, tan puro...la naturaleza...qué sabia es la naturaleza que inventó el mar. Bueno, lo habrá inventado Dios, pero como en mi casa no vamos a misa, prefiero que haya un dios llamado Naturaleza). Caminó sin darse cuenta que se alejaba de la playas del centro, y sentía el sol picándole en los brazos (hum, me tendría que haber puesto alguna crema, yo que soy de tez tan blanca pese a tener el pelo bien oscuro, azabache, como dice mamá...). Y cuando quiso acordarse, estaba como a diez cuadras del lugar (a ver si me pierdo, mamita querida; no, no voy a preguntarle a nadie porque quedo como una idiota, una pajuerana recién desembarcada), entonces giró y volvió por la orilla a ver si veía al bañero con su silla de guardavidas en lo alto del pedestal, como el rey de la playa. Y la alegró tanto verlo, tanto que casi le hubiera dado un beso (minga de beso, a ver si me toma por una loquita), y reconoció el sitio donde había empezado la marcha como un lugar casi familiar.

Ya va siendo hora de volver. Por ser el primer día, suficiente. El mar ya está. Casi demasiado.





Fragmento de la novela Rencores de provincia, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2007.

miércoles, febrero 02, 2011

Hotel Quequén IV, Submarino

Hotel Quequén IV – Submarino


Presentación y lecturas
Sábado 19 de febrero de 2011, Quequén

Enrique Butti,
Susana Cella,
Daniel Freidemberg,
Carlos Bernatek
Cristina Piña,
Cecilia Romana,
Elba Serafini
Diego Bentivegna
Diego Di Vincenzo
Mercedes Araujo
Daniel Del Percio
Juan Bautista García Bazán
Marina Serrano

Visión de Estepona
Fotografía: Gastón Guzman
(gracias Gastón por imagen de tapa de Hotel Quequén IV!!)
 

Estadía:
Monte Pasubio, Surf Camp. Av. 502 y 529. Quequén. Tel 02262-451482
La Chiruza, calle 504 y 535. Quequén

Duración del evento:
Las lecturas oficiales son sábado y domingo, como los eventos anteriores.

Traslados:
Los servicios de ómnibus desde Retiro:
Plusmar: el mejor, y más cómodo http://www.plusmar.com.ar/
Estrella Condor: http://www.condorestrella.com.ar/
Río Paraná: suele ser más barato, y menos cómodo.